sábado, 23 de junio de 2012



EL DC-3 EN EL CERRO DEL BORREGO
Por Carlos Ramírez Hernández
        
         Corría el año de 1998 cuando -movido por el interés y la curiosidad- el equipo de senderistas tomó el acuerdo de organizar una caminata hacia el Cerro del Borrego, enclavado en la Sierra de Chiconquiaco y profundamente ligado a un accidente aéreo ocurrido la mañana del 16 de diciembre del año de 1949.
         Para llegar a nuestro objetivo, hubo que caminar desde la cabecera municipal de Chiconquiaco, Ver., a través de un camino de terracería que conduce hasta la congregación de Planta del Pie perteneciente al municipio anteriormente citado.


El Cerro del Borrego visto desde la congregación de Planta del Pie

         A corta distancia de esta comunidad, se localizan unas antenas telefónicas instaladas sobre un cerro y al pie de un profundo precipicio desde donde se puede mirar a lo lejos el caserío de Naranjos, El Huérfano, El Capulín y La Sombra entre otras localidades situadas dentro de la demarcación municipal de Chiconquiaco.


Las antenas telefónicas al pie de un acantilado

         A partir de ahí se toma una vereda que permite llegar hasta las faldas del Cerro del Borrego. Sendero que se desliza entre potreros bordeados de bosques con árboles de gran tamaño, muchos de los cuales -consideramos- tienen una antigüedad centenaria.
         En el trayecto se disfruta de amplias áreas sombreadas, producto del apretujado follaje.
La frescura del aire de la montaña es un bálsamo que ayuda a tonificar nuestros pulmones en las horas de la mañana. Resulta agradable recorrer esos parajes bajo el sol matutino y estar en contacto con el entorno natural que ofrece aquel extraordinario paisaje serrano.


El Douglas DC-3 en pleno vuelo
        
         Hay que subir por una de las laderas del cerro siguiendo la vereda que a veces se pierde entre los breñales hasta llegar al sitio donde -según se nos informó-  un avión Douglas DC-3 matrícula XADUC de la Compañía Mexicana de Aviación, se impactó contra los árboles perdiendo una de sus alas y precipitándose al vacío segundos después para terminar envuelto en llamas en el fondo de la barranca.


Las brigadas de rescate en el lugar del accidente

          En dicho accidente perdieron la vida tanto la tripulación como los pasajeros, cuyos cuerpos quedaron  carbonizados en aquel inhóspito lugar. Posteriormente fueron  recuperados por las brigadas de rescate que llegaron procedentes de Naolinco y de la ciudad de Xalapa. Los periódicos Diario de Xalapa y El Dictamen del puerto de Veracruz publicaron en sus páginas, con grandes caracteres, los pormenores de tan lamentable suceso en el que, además de pérdidas humanas, los lugareños se apropiaron de grandes cantidades de dinero.


La noticia en la prensa escrita
        
         Finalmente, el 27 de abril del año 2000 en otra de las caminatas al Cerro del Borrego, encontramos entre la maleza pequeños fragmentos de aluminio -sin duda restos del fuselaje- de la aeronave siniestrada y de los cuales  se muestra la fotografía de uno de ellos.


 Fragmento del fuselaje del DC-3

         Sin embargo, el gran hallazgo fue haber encontrado semienterrado entre la arena del lecho seco del río que en época de lluvias baja de la montaña, uno de los motores del avión.
Para llegar a él, hubo necesidad de bajar hasta la comunidad de Vaquería perteneciente al municipio de marras  y, por una vereda sumamente escarpada y pedregosa, logramos el objetivo en parte gracias a la información y compañía que nos dispensaron unos pastores de cabras.


Uno de los motores del DC-3
         El otro motor se presume quedó en la parte más inaccesible y peligrosa de aquel profundo acantilado. Llegar hasta donde se encuentra, constituye un enorme riesgo que pondría en peligro nuestra integridad física en virtud de no contar con el equipo exprofeso y la capacitación técnica que demanda un descenso en condiciones extremas.


El equipo de senderistas en la foto del recuerdo

         Desde entonces el Cerro del Borrego constituye para nosotros un referente y se erige como un sitio emblemático para nuestras caminatas.
         A casi 63 años de ocurrido, aún se recuerda el impacto que causó tan lamentable hecho. Dicha montaña custodia desde entonces el escenario de aquel trágico acontecimiento. Estar allá obliga a reconstruir imaginariamente aquellos momentos llenos de desesperación y angustia que vivieron quienes, en aquel lejano 16 de diciembre de 1949, volaron hacia la eternidad.
         Expreso mi gratitud a la casa editorial Diario de Xalapa y al señor Martín Bartolomé Muñoz de esta ciudad de Naolinco, por haberme proporcionado la información periodística y fotográfica que ilustra el presente trabajo.

         “La vida no es más que un viaje hacia la muerte”
                                                                                          SÉNECA
         
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