domingo, 9 de diciembre de 2012





EL ARCO DE PIEDRA
(Una joya natural perdida en la sierra)
Por Carlos Ramírez Hernández


La naturaleza se hace paisaje
cuando el hombre la enmarca.
Le Corbusier


El gusto por escribir para narrar y recordar vivencias que de alguna manera han marcado nuestra vida, me ha permitido –en un acto de retrospección- volver a recrear aquellos momentos llenos de emotividad que mucho valoro y  guardo celosamente en mi memoria.
Muchos lugares, paisajes y anécdotas han quedado registrados en los relatos que de nuestras caminatas hemos hecho, así como un sinfín de fotografías que los ilustran y enriquecen y que conservamos como valiosos testimonios de nuestras andanzas por aquellos recónditos lugares de la zona serrana.
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Los senderistas en una de las primeras caminatas (1998)

Hojeando el primer volumen de nuestros relatos, he encontrado uno que en lo personal mucho me ha gustado y del que desprendo el siguiente comentario:
Se trata de una caminata que efectuamos el 20 de diciembre de 1999 un grupo de compañeros maestros de la Prepa de Naolinco, entre quienes destaco a Daniel Fuentes R., Arturo Morales P., Mario Fuentes C., Martín Mesa L. de G., Rosalino Oliva M., Rafael Romero B., Rafael Mesa  y quien esto escribe. La meta era llegar al arco de piedra pasando antes por el Cerro del Borrego.
Enorme peñasco corona el arco.

Caminamos desde la comunidad de Planta del Pie (Mpio. de Chiconquiaco) hasta llegar a la parte del Cerro del Borrego donde según don Guillermo (Tío Guillo como lo conocen) –un viejo pastor de cabras y residente de dicha localidad-  el DC-3 se impactó en aquel lejano 16 de diciembre de 1949.
Después de una breve pausa donde los comentarios versaron en torno a dicho accidente aéreo, reanudamos la caminata a través de una zona boscosa hasta llegar al “crestón”, saliente rocosa situada a orilla de un imponente acantilado en cuyo fondo se presume aún se encuentran restos del fuselaje del avión siniestrado.
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La huella de San Pedro

Posteriormente proseguimos el recorrido ahora rumbo al arco de piedra. A corta distancia de él se encuentra una roca que tiene grabada la planta de un pie y que los lugareños conocen con el nombre de la “huella de San Pedro”. Aseguran asimismo que ninguna mano humana la grabó, dándole a ello una connotación que raya en lo sobrenatural o milagroso. Después de descender por la ladera de una pequeña colina, finalmente llegamos a nuestro objetivo: el arco de piedra.  

Aquí se aprecia el imponente arco de piedra.

Se trata efectivamente de una imponente mole rocosa que parece emerger desde el fondo  entre la espesa vegetación y que se encuentra situada a orilla de un precipicio. Para observar a plenitud el arco, es necesario descender cuidadosamente  por uno de sus costados apoyándose con una reata, dado lo húmedo y resbaloso del terreno.

Los senderistas casi en la base del arco.
 Desde allí se aprecia en toda su magnitud esta gran estructura pétrea que la naturaleza formó quizá desde tiempos milenarios, como resultado de la conformación geológica de esa parte del territorio veracruzano y que bien vale la pena sea conocida y visitada por propios y extraños.
No olvido mencionar que, en lo alto del arco, fue construida una pequeña ermita donde –según nos lo relataron- un vecino de Acatlán decidió y consiguió la celebración de un evento religioso en tan singular sitio.
Para acceder hasta ese lugar, se disponía en un principio de una improvisada escalera hecha con un tronco de árbol que, -obvio es decirlo- las inclemencias del clima (agua, sol, viento, etc.) y el paso del tiempo se encargaron de deteriorar en grado extremo hasta volverla obsoleta.


El arco visto desde otro ángulo.

En la actualidad han colocado en un lugar donde las condiciones del terreno y la pared rocosa lo permiten y sin visibles medidas de seguridad, una escalera metálica de regular dimensión para de ahí, tirando de una reata, poder llegar hasta la ermita. Indudablemente que ello encierra un gran peligro tomando en consideración la altura, las características propias de la roca y las fuertes ráfagas de viento que casi permanentemente soplan, lo cual, si no se toman las debidas precauciones ante el riesgo de sufrir un mareo o dar un paso en falso, pueden ser causa de una caída que inevitablemente sería de fatales consecuencias.

Observe una parte de la vieja escalera de madera.

El 12 de marzo de 2011 tuvimos la oportunidad de efectuar otra caminata hacia el mencionado arco. En esa ocasión dos de nuestros compañeros (Arturo y Martín) que se han significado por ser arriesgados y de espíritu temerario, tomaron la determinación de subir -con el riesgo que ello entraña- hasta donde se encuentra la ermita. Fue un acto de indudable valor que mucho reconocemos y ponderamos en ellos, pero de gran preocupación para los demás miembros del equipo. Afortunadamente nada pasó y pudimos regresar contentos, sanos y salvos a nuestro punto de partida.

En lo alto del gran peñasco destaca la ermita.


 Arturo y Martín en la foto del recuerdo.

Cuántos lugares interesantes y desconocidos aún encierra esta parte de la zona montañosa central veracruzana en espera de ser descubiertos y visitados por los amantes de la naturaleza. Cada vez, en cada caminata, tenemos la oportunidad de conocer algo diferente, porque irrepetible y único es lo que la sabia naturaleza ha creado.
Quienes integramos este grupo de senderistas, seguiremos incursionando por la montaña, la cañada, el valle, etc., ejercitándonos físicamente y disfrutando lo hermoso del paisaje que compensa nuestro esfuerzo.

Agradecemos sus comentarios en la siguiente dirección:
Senderismocamarada97@hotmail.com

viernes, 28 de septiembre de 2012



EL MALPAÍS: EL OTRO ROSTRO DEL PAISAJE
Por Carlos Ramírez Hernández


“El creer que la naturaleza es inagotable,
constituye un error ampliamente difundido”
Konrad Lorenz
Fisiólogo y naturalista austriaco


El presente texto se deriva de las observaciones hechas a lo largo de la caminata que recientemente efectuamos hasta la localidad de Tlacolulan (lugar de tlacuilos o pintores) el pasado sábado 8 de septiembre del año actual y que coincidió con la celebración de su fiesta patronal.
Palacio municipal de Tlacolulan

El recorrido inició en el lugar conocido como La Palma sobre un camino de terracería que conduce a la comunidad de Tlachinola (tlachinolli: donde hay muchos campos o montes quemados o chamuscados) del municipio de Coacoatzintla (lugar de las pequeñas serpientes)
A partir de ahí nos fuimos internando poco a poco sobre esa zona conocida comúnmente como el “malpaís” y que se caracteriza primordialmente por la gruesa capa de lava volcánica  producto de la erupción que hace muchísimo tiempo produjo el llamado “Volcancillo”.

Un aspecto del malpaís rumbo a Tlacolulan

Todo hace suponer que,  bajo la  capa de lava se encuentra lo que tal vez fue un extenso valle de tierra fértil y que se extiende hasta las cálidas tierras del municipio de Actopan. Asimismo existen evidencias de que por el subsuelo de esta zona pasan arroyos o ríos que, después de recorrer largas distancias, emergen entre las rocas como sucede en el lugar conocido con el nombre de El Descabezadero, hermoso sitio que atrae a gran cantidad de visitantes y que está convertido en un importante atractivo turístico de la región.
Pequeñas caídas de agua entre las rocas y la vegetación

Igualmente es digno de destacar también la presencia de otro cuerpo de agua al que se conoce como la Poza Azul por la coloración natural que posee y donde es posible ver cómo brota el agua a través de las fisuras de la pared rocosa. Se trata sin duda  de un lugar que es un verdadero remanso de paz, envuelto en el embrujo sutil de la naturaleza. Ambos son producto del proceso de filtración que se genera en el subsuelo.
Poza Azul: un lugar de encanto que merece ser visitado

Esta extensa zona posee su propia “personalidad” (acéptese la expresión) porque además se encuentra poblada por una vegetación endémica constituida mayormente por matorrales, pequeños arbustos y árboles de “pinochas”, lo que la convierte en un lugar con una biodiversidad única y diferente a la de otros lugares.
La denominación de “malpaís” parece ser que obedeció a lo escabroso del suelo volcánico y a las aparentes condiciones inhóspitas que lo distinguen. Sin embargo, el tiempo ha demostrado que, gracias a la capacidad de adaptación del ser humano, aunado a la aplicación de mejores técnicas y al uso de herramientas de trabajo adecuadas, ha sido posible el establecimiento de pequeños asentamientos humanos (Tlachinola y La Mascaya entre otros) con la consecuente explotación y aprovechamiento de los recursos naturales que ofrece dicha área y que, sin lugar a dudas, constituyen el principal soporte económico de las familias ahí establecidas.
Arboles de pinochas junto a una cerca de piedras

Derivado de lo anterior, puedo expresar que es visible la explotación de grandes bancos de roca volcánica que se utiliza tanto en la cimentación de casas, como en el bardeado y empedrado de muchas calles en localidades que poseen un trazo e imagen urbanos de tipo colonial y que las autoridades tratan de preservar, como sucede específicamente con la ciudad de Naolinco de Victoria.
Cantera en proceso de explotación

Al caminar por los senderos o veredas del “malpaís” es frecuente ver a cortadores de piedra (canteros) que con barretas, cincel y martillo en mano, cortan –no sin dificultad- las piedras en formas diversas y con un espesor variable. Sin lugar a dudas, mucho del empedrado que poseen algunas calles de lugares cercanos incluida Xalapa (capital del Estado), fue hecho con piedras cortadas y transportadas desde este inconmensurable valle volcánico que la sabia naturaleza formó en tiempos primigenios.
Piedras cortadas y listas para su traslado

El corte y tallado de las piedras van de la mano con la capacidad creativa y constructiva del ser humano desde la antigüedad remota. Si bien es cierto que el “malpaís” es roca, también ofrece al hombre una alternativa de vida en un entorno aparentemente adverso.
La estructura pétrea de esta zona muestra una serie de boquerones o socavones, algunos de grandes dimensiones y de cierta profundidad en donde es posible apreciar, incluso, los efectos de la erosión causados por el paso intermitente del agua a lo largo de cientos o quizá miles de años. Se presume que existe interconexión entre ellos.

Enorme socavón de gran profundidad encontrado en esta zona

Algunos cerros que delimitan esta área son ricos en diversos materiales pétreos que es posible ver en sus laderas, a flor de tierra, sin que la mano del hombre haya intervenido. Se trata mayormente de piedra caliza o calcárea y otras con una constitución  marmórea que gran demanda tienen en la construcción de todo tipo de edificios. También existen  grandes bancos de grava (tezontle) de textura porosa y de materiales arcillosos que son explotados para el mismo fin.

Material calcáreo en las paredes de un cerro

La riqueza pétrea y forestal del “malpaís”, está siendo sometida a un intenso proceso de explotación irracional que obedece a intereses particulares y mezquinos y que atentan severamente contra el hábitat de especies animales propias del lugar, además de alterar de manera irreversible el equilibrio y armonía creados por la naturaleza.

Enorme banco de material arcilloso usado como cementante

Es visible la deforestación que este lugar está sufriendo, en aras de explotar con fines económicos la gran riqueza pétrea que encierra esta zona. Poco a poco el hombre ha ido abriendo “claros” al cortar una gran cantidad de árboles de “pinochas” cuya madera, a pesar de no ser  muy resistente, es utilizada para la construcción de casas, cabañas y corrales para el ganado caprino que pulula en ese lugar y que dejan ver el rostro desnudo de la lava que alguna vez emergió violentamente de las entrañas de la tierra para correr incontenible hacia las partes bajas.
La tala inmoderada también está presente

El frecuente paso de vehículos de gran tonelaje cargados de madera o piedras por las brechas abiertas en el “malpaís”, dan testimonio de la afectación que el hombre –el mayor depredador que existe sobre la Tierra- está consumando y que la naturaleza, tarde o temprano, en respuesta a la agresión de que ha sido objeto desde tiempo inmemorial, habrá de recuperar sus espacios. La violencia con que se producen los fenómenos naturales: erupciones volcánicas, huracanes, inundaciones, sismos, incendios, etc. dan prueba de ello.
Una de las brechas abiertas en el malpaís

Propicia es la ocasión para invitar a usted, amable lector (a) que nos distingue con su atención, a reflexionar en torno al contenido que encierra esta frase: “Dios perdona siempre, el hombre algunas veces, pero la naturaleza ¡nunca!”
El equipo de senderistas bajo un puente natural en el malpaís

Agradeceremos sus opiniones, comentarios o sugerencias en la siguiente dirección:
senderismocamarada97@hotmail.com
                           

miércoles, 8 de agosto de 2012






CUESTA DEL PESMÓN: ¿Una visita al Jurásico?
Por Carlos Ramírez Hernández


“Las tierras pertenecen a sus dueños,
pero el paisaje es de quien sabe apreciarlo”

UPTON SINCLAIR
Escritor estadounidense


Sin duda, una de las caminatas que más expectativas ha despertado en nosotros, ha sido la que en varias ocasiones hemos llevado a cabo a la Cuesta del Pesmón.
Cuando el equipo de senderistas así lo determina, nos trasladamos ya sea en autobús o en taxi hasta la entrada –a orilla de carretera-  del camino de terracería primero y que continúa más adelante como vereda que conduce hasta la comunidad Las Paredes, congregación perteneciente al municipio de Chiconquiaco, Veracruz.
Caminando entre potreros y tierras de cultivo, subiendo y bajando se llega hasta un arroyo de agua muy limpia y fresca que baja y golpetea entre las rocas y al cual hay que cruzar sobre un enorme tronco de árbol que hace las veces de un improvisado puente y que permite empezar a ascender sobre la ladera de un cerro hasta llegar a las primeras casas de la localidad antes mencionada.

Posando para la foto sobre el improvisado puente

Ya sobre el camino de terracería que atraviesa la comunidad, continuamos hasta un lugar conocido como La Capilla donde, como en otros sitios serranos, la cría y pastoreo de cabras así como la elaboración del sabroso queso y requesón, son actividades que lo distinguen.
A partir de ahí se ingresa a una zona boscosa en la que son visibles los vestigios de una antigua calzada que muestra el deterioro que los fenómenos naturales y el inexorable paso del tiempo le han ocasionado. Es allí donde empieza la Cuesta del Pesmón.

Aquí inicia la zona boscosa

Pero, ¿por qué se le llama así? A continuación lo explicaré. Conforme se avanza sobre las desgastadas piedras de la calzada, se puede ver la exuberante vegetación constituida por árboles maderables de gran tamaño, de gruesos y añejos troncos y de un ramaje apretujado que proyectan su sombra –en días soleados- sobre amplias áreas de la cuesta, lo que constituye un gran alivio para campesinos y arrieros que por necesidad la transitan en días calurosos.




Vegetación única en su género

En lo más espeso de aquella vegetación, emergen como si fueran parte de un paisaje propio    del jurásico (período intermedio de la era mesozoica y que duró cerca de 50 millones de años) los inconfundibles pesmones (especie de helechos gigantes y que le dan nombre al lugar) cuyos alargados troncos se levantan majestuosos en aquel reducto casi virgen de la creación y que pueden ser admirados a ambos lados de la cuesta. Entre chascarrillos y bromas, los integrantes del equipo de senderistas imaginamos ver aparecer, entre esa vegetación única en su género, la mole colosal de un Diplodocus herbívoro de 90 pies de largo, abriéndose paso en aquel escenario propio para una filmación cinematográfica. ¿Otro Parque Jurásico? A lo mejor. Por qué no.

 Nótese la esbeltez de los grandes helechos
 
El empedrado de la cuesta, a pesar del tiempo transcurrido desde su colocación –estamos hablando de un camino más que centenario- mantiene aún largos tramos en muy buen estado de conservación y donde es posible observar la disposición característica que guardan algunas lajas al estar colocadas de “canto” sobre todo en los escalones que posee y que siguen  resistiendo los embates cada vez más violentos de la madre naturaleza.

Observe los escalones que aún se conservan

Es en verdad emocionante recorrerla ya que, como en una simbiosis, se entrelazan la cuesta y el entorno de un paisaje incomparable que asiste a dicho  lugar y que sólo la mano divina pudo crear para disfrute de quienes –como nosotros- aman la naturaleza.
Cuesta abajo y a un costado de la misma, se aprecia un espacio abierto (terraplén) donde se levanta un improvisado cobertizo, con unas bancas y un pesebre de madera –todo ello hecho de manera rústica- conocido como aviadero (de avíos, aparejos del caballo) y que según nuestro compañero Daniel Fuentes Ramírez, es utilizado por los arrieros cuando por ahí transitan para descansar a las bestias, acomodar y ajustar la carga y darles de comer.
 
Acercamiento fotográfico a un helecho

Como dato adicional se comenta asimismo que, aprovechando la presencia de pequeños socavones u oquedades laterales, la Cuesta del Pesmón sirvió -en el siglo XIX- como refugio y escondite a las huestes guerrilleras del caudillo de la independencia don Guadalupe Victoria. Versión que no está históricamente confirmada, según lo considera quien esto escribe.
 




 

















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El compañero Martín Fuentes Castro junto a un helecho

Si alguna vez usted, amable lector (a), tuviera la oportunidad de conocer y recorrer a todo lo largo la Cuesta del Pesmón, estaría de acuerdo con nosotros en que merece ser declarada zona natural protegida por la instancia gubernamental correspondiente, en virtud de la extraordinaria riqueza forestal que la distingue. Bien vale la pena poner a salvo ese hermoso reducto natural y protegerlo de la incontrolable tala que de manera clandestina, día a día, acaba con una de las más preciadas riquezas y recursos con que cuenta nuestro estado y el país en general.
 
¿Acaso no parece un paisaje del Jurásico?

 No cabe duda que siempre aprendemos algo y esto lo corroboramos en cada una de las caminatas, cuando recorremos los senderos que surcan la cañada o las veredas que se pierden entre los breñales de las laderas de los cerros y mesetas de la región  serrana.

La maravilla de la vida en la naturaleza

La cuesta se termina más abajo cuando prácticamente el empedrado ha desaparecido y se llega hasta las inmediaciones de La Reforma (Km. 9) sobre la carretera Xalapa-Misantla donde, a bordo de un autobús o de un taxi, volvemos a nuestro punto de partida en franca alusión a un viejo refrán popular que reza:  “A tu casa grillo, aunque sea con una pata”.

Los senderistas en la Cuesta del Pesmón

Agradecemos sus comentarios en la siguiente dirección: senderismocamarada97@hotmail.com