EL ARCO DE PIEDRA
(Una joya natural perdida en la sierra)
Por Carlos Ramírez Hernández
La naturaleza se hace paisaje
cuando el hombre la enmarca.
Le Corbusier
El
gusto por escribir para narrar y recordar vivencias que de alguna manera han
marcado nuestra vida, me ha permitido –en un acto de retrospección- volver a
recrear aquellos momentos llenos de emotividad que mucho valoro y guardo celosamente en mi memoria.
Muchos
lugares, paisajes y anécdotas han quedado registrados en los relatos que de
nuestras caminatas hemos hecho, así como un sinfín de fotografías que los
ilustran y enriquecen y que conservamos como valiosos testimonios de nuestras
andanzas por aquellos recónditos lugares de la zona serrana.
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Los senderistas en una de las primeras caminatas (1998)
Hojeando
el primer volumen de nuestros relatos, he encontrado uno que en lo personal
mucho me ha gustado y del que desprendo el siguiente comentario:
Se
trata de una caminata que efectuamos el 20 de diciembre de 1999 un grupo de
compañeros maestros de la Prepa de Naolinco, entre quienes destaco a Daniel
Fuentes R., Arturo Morales P., Mario Fuentes C., Martín Mesa L. de G., Rosalino
Oliva M., Rafael Romero B., Rafael Mesa y quien esto escribe. La meta era llegar al arco de piedra pasando antes por el
Cerro del Borrego.
Enorme peñasco corona el arco.
Caminamos
desde la comunidad de Planta del Pie (Mpio. de Chiconquiaco) hasta llegar a la
parte del Cerro del Borrego donde según don Guillermo (Tío Guillo como lo
conocen) –un viejo pastor de cabras y residente de dicha localidad- el DC-3 se impactó en aquel lejano 16 de
diciembre de 1949.
Después
de una breve pausa donde los comentarios versaron en torno a dicho accidente
aéreo, reanudamos la caminata a través de una zona boscosa hasta llegar al
“crestón”, saliente rocosa situada a orilla de un imponente acantilado en cuyo
fondo se presume aún se encuentran restos del fuselaje del avión siniestrado.
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La huella de San Pedro
Posteriormente
proseguimos el recorrido ahora rumbo al arco de piedra. A corta distancia de él
se encuentra una roca que tiene grabada la planta de un pie y que los lugareños
conocen con el nombre de la “huella de San Pedro”. Aseguran asimismo que
ninguna mano humana la grabó, dándole a ello una connotación que raya en lo
sobrenatural o milagroso. Después de descender por la ladera de una pequeña
colina, finalmente llegamos a nuestro objetivo: el arco de piedra.
Aquí se aprecia el imponente arco de piedra.
Se
trata efectivamente de una imponente mole rocosa que parece emerger desde el
fondo entre la espesa vegetación y que
se encuentra situada a orilla de un precipicio. Para observar a plenitud el arco,
es necesario descender cuidadosamente por uno de sus costados apoyándose con una
reata, dado lo húmedo y resbaloso del terreno.
Los senderistas casi en la base del arco.
Desde allí se aprecia en toda su magnitud esta
gran estructura pétrea que la naturaleza formó quizá desde tiempos milenarios,
como resultado de la conformación geológica de esa parte del territorio
veracruzano y que bien vale la pena sea conocida y visitada por propios y
extraños.
No
olvido mencionar que, en lo alto del arco, fue construida una pequeña ermita
donde –según nos lo relataron- un vecino de Acatlán decidió y consiguió la
celebración de un evento religioso en tan singular sitio.
Para
acceder hasta ese lugar, se disponía en un principio de una improvisada
escalera hecha con un tronco de árbol que, -obvio es decirlo- las inclemencias del
clima (agua, sol, viento, etc.) y el paso del tiempo se encargaron de
deteriorar en grado extremo hasta volverla obsoleta.
El arco visto desde otro ángulo.
En
la actualidad han colocado en un lugar donde las condiciones del terreno y la
pared rocosa lo permiten y sin visibles medidas de seguridad, una escalera
metálica de regular dimensión para de ahí, tirando de una reata, poder llegar
hasta la ermita. Indudablemente que ello encierra un gran peligro tomando en
consideración la altura, las características propias de la roca y las fuertes
ráfagas de viento que casi permanentemente soplan, lo cual, si no se toman las debidas
precauciones ante el riesgo de sufrir un mareo o dar un paso en falso, pueden
ser causa de una caída que inevitablemente sería de fatales consecuencias.
Observe una parte de la vieja escalera de madera.
El
12 de marzo de 2011 tuvimos la oportunidad de efectuar otra caminata hacia el
mencionado arco. En esa ocasión dos de nuestros compañeros (Arturo y Martín) que
se han significado por ser arriesgados y de espíritu temerario, tomaron la
determinación de subir -con el riesgo que ello entraña- hasta donde se
encuentra la ermita. Fue un acto de indudable valor que mucho reconocemos y
ponderamos en ellos, pero de gran preocupación para los demás miembros del
equipo. Afortunadamente nada pasó y pudimos regresar contentos, sanos y salvos
a nuestro punto de partida.
En lo alto del gran peñasco destaca la ermita.
Arturo y Martín
en la foto del recuerdo.
Cuántos
lugares interesantes y desconocidos aún encierra esta parte de la zona
montañosa central veracruzana en espera de ser descubiertos y visitados por los
amantes de la naturaleza. Cada vez, en cada caminata, tenemos la oportunidad de
conocer algo diferente, porque irrepetible y único es lo que la sabia
naturaleza ha creado.
Quienes
integramos este grupo de senderistas, seguiremos incursionando por la montaña,
la cañada, el valle, etc., ejercitándonos físicamente y disfrutando lo hermoso del
paisaje que compensa nuestro esfuerzo.
Agradecemos
sus comentarios en la siguiente dirección:
Senderismocamarada97@hotmail.com