miércoles, 8 de agosto de 2012






CUESTA DEL PESMÓN: ¿Una visita al Jurásico?
Por Carlos Ramírez Hernández


“Las tierras pertenecen a sus dueños,
pero el paisaje es de quien sabe apreciarlo”

UPTON SINCLAIR
Escritor estadounidense


Sin duda, una de las caminatas que más expectativas ha despertado en nosotros, ha sido la que en varias ocasiones hemos llevado a cabo a la Cuesta del Pesmón.
Cuando el equipo de senderistas así lo determina, nos trasladamos ya sea en autobús o en taxi hasta la entrada –a orilla de carretera-  del camino de terracería primero y que continúa más adelante como vereda que conduce hasta la comunidad Las Paredes, congregación perteneciente al municipio de Chiconquiaco, Veracruz.
Caminando entre potreros y tierras de cultivo, subiendo y bajando se llega hasta un arroyo de agua muy limpia y fresca que baja y golpetea entre las rocas y al cual hay que cruzar sobre un enorme tronco de árbol que hace las veces de un improvisado puente y que permite empezar a ascender sobre la ladera de un cerro hasta llegar a las primeras casas de la localidad antes mencionada.

Posando para la foto sobre el improvisado puente

Ya sobre el camino de terracería que atraviesa la comunidad, continuamos hasta un lugar conocido como La Capilla donde, como en otros sitios serranos, la cría y pastoreo de cabras así como la elaboración del sabroso queso y requesón, son actividades que lo distinguen.
A partir de ahí se ingresa a una zona boscosa en la que son visibles los vestigios de una antigua calzada que muestra el deterioro que los fenómenos naturales y el inexorable paso del tiempo le han ocasionado. Es allí donde empieza la Cuesta del Pesmón.

Aquí inicia la zona boscosa

Pero, ¿por qué se le llama así? A continuación lo explicaré. Conforme se avanza sobre las desgastadas piedras de la calzada, se puede ver la exuberante vegetación constituida por árboles maderables de gran tamaño, de gruesos y añejos troncos y de un ramaje apretujado que proyectan su sombra –en días soleados- sobre amplias áreas de la cuesta, lo que constituye un gran alivio para campesinos y arrieros que por necesidad la transitan en días calurosos.




Vegetación única en su género

En lo más espeso de aquella vegetación, emergen como si fueran parte de un paisaje propio    del jurásico (período intermedio de la era mesozoica y que duró cerca de 50 millones de años) los inconfundibles pesmones (especie de helechos gigantes y que le dan nombre al lugar) cuyos alargados troncos se levantan majestuosos en aquel reducto casi virgen de la creación y que pueden ser admirados a ambos lados de la cuesta. Entre chascarrillos y bromas, los integrantes del equipo de senderistas imaginamos ver aparecer, entre esa vegetación única en su género, la mole colosal de un Diplodocus herbívoro de 90 pies de largo, abriéndose paso en aquel escenario propio para una filmación cinematográfica. ¿Otro Parque Jurásico? A lo mejor. Por qué no.

 Nótese la esbeltez de los grandes helechos
 
El empedrado de la cuesta, a pesar del tiempo transcurrido desde su colocación –estamos hablando de un camino más que centenario- mantiene aún largos tramos en muy buen estado de conservación y donde es posible observar la disposición característica que guardan algunas lajas al estar colocadas de “canto” sobre todo en los escalones que posee y que siguen  resistiendo los embates cada vez más violentos de la madre naturaleza.

Observe los escalones que aún se conservan

Es en verdad emocionante recorrerla ya que, como en una simbiosis, se entrelazan la cuesta y el entorno de un paisaje incomparable que asiste a dicho  lugar y que sólo la mano divina pudo crear para disfrute de quienes –como nosotros- aman la naturaleza.
Cuesta abajo y a un costado de la misma, se aprecia un espacio abierto (terraplén) donde se levanta un improvisado cobertizo, con unas bancas y un pesebre de madera –todo ello hecho de manera rústica- conocido como aviadero (de avíos, aparejos del caballo) y que según nuestro compañero Daniel Fuentes Ramírez, es utilizado por los arrieros cuando por ahí transitan para descansar a las bestias, acomodar y ajustar la carga y darles de comer.
 
Acercamiento fotográfico a un helecho

Como dato adicional se comenta asimismo que, aprovechando la presencia de pequeños socavones u oquedades laterales, la Cuesta del Pesmón sirvió -en el siglo XIX- como refugio y escondite a las huestes guerrilleras del caudillo de la independencia don Guadalupe Victoria. Versión que no está históricamente confirmada, según lo considera quien esto escribe.
 




 

















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El compañero Martín Fuentes Castro junto a un helecho

Si alguna vez usted, amable lector (a), tuviera la oportunidad de conocer y recorrer a todo lo largo la Cuesta del Pesmón, estaría de acuerdo con nosotros en que merece ser declarada zona natural protegida por la instancia gubernamental correspondiente, en virtud de la extraordinaria riqueza forestal que la distingue. Bien vale la pena poner a salvo ese hermoso reducto natural y protegerlo de la incontrolable tala que de manera clandestina, día a día, acaba con una de las más preciadas riquezas y recursos con que cuenta nuestro estado y el país en general.
 
¿Acaso no parece un paisaje del Jurásico?

 No cabe duda que siempre aprendemos algo y esto lo corroboramos en cada una de las caminatas, cuando recorremos los senderos que surcan la cañada o las veredas que se pierden entre los breñales de las laderas de los cerros y mesetas de la región  serrana.

La maravilla de la vida en la naturaleza

La cuesta se termina más abajo cuando prácticamente el empedrado ha desaparecido y se llega hasta las inmediaciones de La Reforma (Km. 9) sobre la carretera Xalapa-Misantla donde, a bordo de un autobús o de un taxi, volvemos a nuestro punto de partida en franca alusión a un viejo refrán popular que reza:  “A tu casa grillo, aunque sea con una pata”.

Los senderistas en la Cuesta del Pesmón

Agradecemos sus comentarios en la siguiente dirección: senderismocamarada97@hotmail.com

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