jueves, 8 de agosto de 2013





CAMINATA: PLANTA DEL PIE, VAQUERÍA, ARROYO COLORADO, PLAN DEL CEDRAL, LOMA DE SAN AGUSTÍN, LA ESPERANZA Y YECUATLA.

Por Carlos Ramírez Hernández

No pido otra cosa: el cielo sobre mí
y el camino bajo mis pies.
Robert L. Stevenson

Reproduzco el relato de una de las caminatas más desgastante y agotadora de cuantas hemos emprendido. Tiempo atrás, nuestro compañero Martín  había sugerido la idea de ir hasta Yecuatla pasando por los lugares señalados en el título del presente texto. No teníamos idea de lo que nos esperaba pero, no por eso, desechamos el propósito de llevarla a cabo.
El 4 de junio de 2011, previo acuerdo tomado por quienes integramos el equipo de senderistas, nos reunimos en el sitio acostumbrado dispuestos a caminar por la sierra. Ahí estuvimos Arturo, Daniel, Rafael, Martín y quien escribe este relato.
Los senderistas antes de bajar la cuesta de Vaquería

Nos encaminamos hacia la parada de los ATB (Autotransportes Banderilla) con objeto de esperar el vehículo que nos llevaría hasta la congregación de Planta del Pie, desde donde habríamos de iniciar nuestra caminata y a la que arribamos en cuestión de minutos.
La mañana era agradable, soleada, apacible e invitaba a disfrutar de un buen recorrido. Pronto llegamos al lugar conocido como El Boquerón donde extrañamos las fuertes y frescas ráfagas de viento que casi permanentemente azotan esa parte y que en época de lluvias es difícil cruzar dado lo resbaloso y húmedo del terreno.

Empezamos a bajar la cuesta sin dejar de admirar el  paisaje serrano. Un poco más abajo, Daniel escogió el lugar para desayunar al pie de una enorme roca que se encuentra a la vera del camino. El desayuno transcurrió en un ambiente de camaradería y entre comentarios diversos que hicieron agradable el momento. Al término del mismo reanudamos el descenso sin imaginar lo agotadora y larga que resultaría la travesía.
Bajamos poco a poco. Yo avanzaba despacio tratando de no castigar tanto mis rodillas y evitar en lo posible un resbalón o tropiezo. Desde lo alto de la cuesta pudimos ver a lo lejos una vez más el caserío de Vaquería enmarcado por aquellos cerros que por su figura mucho nos recuerda (no porque exista punto de comparación) la histórica ciudad inca de Machu Pichu en el Perú.

El “Machu Pichu” de la sierra de Chiconquiaco.

Al llegar a Vaquería  tomamos una vereda hacia el lado izquierdo que nos condujo a una pendiente sumamente pedregosa lo cual complicó nuestro paso. Llegamos a unas casitas donde  Martín fue a comprar unos quesos de cabra mientras nosotros veíamos a unos campesinos trabajando la tierra sobre un cerro, lo que nos pareció peligroso dado lo empinado de la ladera y la altura en que se encontraban.

Una pausa entre izotes al terminar de bajar la cuesta.



Caminábamos a veces sobre vereda y otras sobre una calzada, lo que nos hizo suponer que se trataba de fragmentos de un antiguo “camino real” encontrándose  muy deteriorado por el paso de los años. El tiempo transcurría y nosotros empeñados en lograr nuestro objetivo. El camino sumamente pedregoso y escarpado nos obligaba a avanzar despacio.
 
Un corral de piedras cerca de la vereda.

La meta aún estaba lejos y nuestras rodillas empezaban a resentir los efectos de la caminata. Paso a paso, golpe a golpe  -como reza la letra de conocida canción- seguimos hasta llegar a la comunidad de Arroyo Colorado donde, por cierto, encontramos a unos lugareños atareados en la preparación de carnitas y cueritos. El motivo, la celebración de un “cabo de año”.
Con su anuencia, nos detuvimos unos minutos a esperar que todo estuviera en su punto y poder degustar unos ricos tacos por cortesía de nuestro amigo Rafael.  

                                                Esperando el momento del “ágape”.

Después de concluido el “atracón” y de tomar las fotos de rigor, continuamos nuestro recorrido no sin antes agradecerles su amabilidad. La jornada aún era larga.
La vereda parecía interminable. A lo lejos vimos como sube y baja entre las laderas de los cerros. El día empezó a nublarse y amenazaba lluvia. Tratamos de acelerar el paso pero las condiciones del terreno no nos lo permitían. A los pocos minutos empezaron a caer las primeras gotas que fueron –sin duda- el preludio de un torrencial aguacero que poco más tarde se abatió sobre nosotros.
La lluvia complicó la caminata ya que la vereda, además de pedregosa, se tornó lodosa y resbaladiza como en su momento lo constató Daniel.
Tratamos de protegernos con nuestros impermeables y sólo Arturo quedó a merced de la lluvia al no haber llevado el suyo. Sin embargo, intentó sustituirlo cubriéndose con una ancha hoja de mafafa que cortó cerca del camino y que poco le sirvió.

La niebla empezaba a envolver la cima de los cerros.

Ante lo cerrado del aguacero decidimos no pasar al Plan del Cedral con objeto de avanzar y tratar de llegar pronto a  nuestra meta. La lluvia se hizo muy intensa y estos “caminantitos” –como decía un extinto compañero de trabajo- íbamos tan empapados que hasta la “conciencia se nos mojó”.
¡Qué aguacero! Pocas veces nos había tocado caminar bajo una lluvia tan intensa y cerrada.
Los arroyos incrementaron su caudal y el camino se volvió intransitable, difícil. Sobre aquella parte de la sierra se veía la enorme cortina de agua que si bien para nosotros representó un problema, para la tierra sedienta por el estiaje fue una bendición.

Posando sobre un puente de concreto.

Logramos llegar a Loma de San Agustín donde en una casita que sirve como clínica rural acampamos el agua. Cuando el aguacero amainó un poco reanudamos la caminata pero ahora sobre un camino de terracería. El trayecto se hacía largo hasta que hicimos nuestro arribo a La Esperanza. Daniel,  nuestro compañero, venía doliéndose del muslo derecho como resultado de una caída que desafortunadamente sufrió cuando atravesábamos la sierra. Hubo necesidad de esperarlo. Ya para entonces la lluvia había cesado y el sol brillaba intensamente en el horizonte.
Caminamos ahora sobre una carretera recién compactada, cuando a lo lejos vimos parte de la mancha urbana de Yecuatla. Estábamos a corta distancia de llegar al final de la jornada. En la entrada del balneario Yegualasco, Daniel abordó un taxi que lo llevó hasta la cabecera municipal. Pocos minutos después arribamos a la misma cuando la tarde era  esplendorosa y contrastaba totalmente con lo gris y lluviosa que horas antes había estado cuando bajábamos por la sierra.                        

Parte del balneario Yegualasco a orilla del río

Estábamos en Yecuatla. Cansados, mojados, adoloridos de nuestros pies y rodillas, pero satisfechos. Nuestra fuerza de voluntad y decisión fueron determinantes para llegar  al final de la jornada. Habíamos alcanzado la meta.

Los senderistas en el parque de Yecuatla

Como nota adicional refiero que el pasado 29 de junio de 2013 la repetimos cuatro compañeros:
Daniel, Arturo, Rafael y este servidor. A dos años de distancia, el desgaste físico fue mayor. El tiempo no perdona y la naturaleza menos.

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