CAMINATA: PLANTA DEL PIE, VAQUERÍA, ARROYO COLORADO, PLAN
DEL CEDRAL, LOMA DE SAN AGUSTÍN, LA ESPERANZA Y YECUATLA.
Por Carlos Ramírez
Hernández
No pido otra cosa: el
cielo sobre mí
y el camino bajo mis
pies.
Robert L.
Stevenson
Reproduzco el relato de una de las caminatas más
desgastante y agotadora de cuantas hemos emprendido. Tiempo atrás, nuestro
compañero Martín había sugerido la idea
de ir hasta Yecuatla pasando por los lugares señalados en el título del
presente texto. No teníamos idea de lo que nos esperaba pero, no por eso,
desechamos el propósito de llevarla a cabo.
El 4 de junio de 2011, previo acuerdo tomado por
quienes integramos el equipo de senderistas, nos reunimos en el sitio acostumbrado
dispuestos a caminar por la sierra. Ahí estuvimos Arturo, Daniel, Rafael,
Martín y quien escribe este relato.
Los senderistas
antes de bajar la cuesta de Vaquería
Nos encaminamos hacia la parada de los ATB
(Autotransportes Banderilla) con objeto de esperar el vehículo que nos llevaría
hasta la congregación de Planta del Pie,
desde donde habríamos de iniciar nuestra caminata y a la que arribamos en
cuestión de minutos.
La mañana era agradable, soleada, apacible e
invitaba a disfrutar de un buen recorrido. Pronto llegamos al lugar conocido
como El Boquerón donde extrañamos las fuertes y frescas ráfagas de viento que
casi permanentemente azotan esa parte y que en época de lluvias es difícil
cruzar dado lo resbaloso y húmedo del terreno.
Empezamos a bajar la cuesta sin dejar de admirar
el paisaje serrano. Un poco más abajo,
Daniel escogió el lugar para desayunar al pie de una enorme roca que se
encuentra a la vera del camino. El desayuno transcurrió en un ambiente de
camaradería y entre comentarios diversos que hicieron agradable el momento. Al
término del mismo reanudamos el descenso sin imaginar lo agotadora y larga que
resultaría la travesía.
Bajamos poco a poco. Yo avanzaba despacio
tratando de no castigar tanto mis rodillas y evitar en lo posible un resbalón o
tropiezo. Desde lo alto de la cuesta pudimos ver a lo lejos una vez más el
caserío de Vaquería enmarcado por
aquellos cerros que por su figura mucho nos recuerda (no porque exista punto de
comparación) la histórica ciudad inca de Machu Pichu en el Perú.
El “Machu Pichu” de la sierra de
Chiconquiaco.
Al
llegar a Vaquería tomamos una vereda hacia el lado izquierdo que
nos condujo a una pendiente sumamente pedregosa lo cual complicó nuestro paso.
Llegamos a unas casitas donde Martín fue
a comprar unos quesos de cabra mientras nosotros veíamos a unos campesinos
trabajando la tierra sobre un cerro, lo que nos pareció peligroso dado lo
empinado de la ladera y la altura en que se encontraban.
Una pausa entre izotes al terminar de
bajar la cuesta.
Caminábamos a veces sobre vereda y otras sobre
una calzada, lo que nos hizo suponer que se trataba de fragmentos de un antiguo
“camino real” encontrándose muy
deteriorado por el paso de los años. El tiempo transcurría y nosotros empeñados
en lograr nuestro objetivo. El camino sumamente pedregoso y escarpado nos
obligaba a avanzar despacio.
Un corral de piedras cerca de la vereda.
La meta aún estaba lejos y nuestras rodillas
empezaban a resentir los efectos de la caminata. Paso a paso, golpe a
golpe -como reza la letra de conocida
canción- seguimos hasta llegar a la comunidad de Arroyo Colorado donde, por cierto, encontramos a unos lugareños
atareados en la preparación de carnitas y cueritos. El motivo, la celebración
de un “cabo de año”.
Con su anuencia, nos detuvimos unos minutos a
esperar que todo estuviera en su punto y poder degustar unos ricos tacos por
cortesía de nuestro amigo Rafael.
Esperando el momento del “ágape”.
Después de concluido el “atracón”
y de tomar las fotos de rigor, continuamos nuestro recorrido no sin antes
agradecerles su amabilidad. La jornada aún era larga.
La
vereda parecía interminable. A lo lejos vimos como sube y baja entre las
laderas de los cerros. El día empezó a nublarse y amenazaba lluvia. Tratamos de
acelerar el paso pero las condiciones del terreno no nos lo permitían. A los
pocos minutos empezaron a caer las primeras gotas que fueron –sin duda- el
preludio de un torrencial aguacero que poco más tarde se abatió sobre nosotros.
La
lluvia complicó la caminata ya que la vereda, además de pedregosa, se tornó
lodosa y resbaladiza como en su momento lo constató Daniel.
Tratamos
de protegernos con nuestros impermeables y sólo Arturo quedó a merced de la
lluvia al no haber llevado el suyo. Sin embargo, intentó sustituirlo
cubriéndose con una ancha hoja de mafafa que cortó cerca del camino y que poco
le sirvió.
La niebla empezaba a envolver la cima de
los cerros.
Ante lo cerrado del aguacero decidimos no pasar
al Plan del Cedral con objeto de
avanzar y tratar de llegar pronto a
nuestra meta. La lluvia se hizo muy intensa y estos “caminantitos” –como
decía un extinto compañero de trabajo- íbamos tan empapados que hasta la “conciencia
se nos mojó”.
¡Qué aguacero! Pocas veces nos había tocado caminar
bajo una lluvia tan intensa y cerrada.
Los arroyos incrementaron su caudal y el camino
se volvió intransitable, difícil. Sobre aquella parte de la sierra se veía la
enorme cortina de agua que si bien para nosotros representó un problema, para
la tierra sedienta por el estiaje fue una bendición.
Posando sobre un puente de concreto.
Logramos llegar a Loma de San Agustín donde en una casita que sirve como clínica
rural acampamos el agua. Cuando el aguacero amainó un poco reanudamos la
caminata pero ahora sobre un camino de terracería. El trayecto se hacía largo
hasta que hicimos nuestro arribo a La
Esperanza. Daniel, nuestro compañero,
venía doliéndose del muslo derecho como resultado de una caída que
desafortunadamente sufrió cuando atravesábamos la sierra. Hubo necesidad de
esperarlo. Ya para entonces la lluvia había cesado y el sol brillaba
intensamente en el horizonte.
Caminamos ahora sobre una carretera recién
compactada, cuando a lo lejos vimos parte de la mancha urbana de Yecuatla.
Estábamos a corta distancia de llegar al final de la jornada. En la entrada del
balneario Yegualasco, Daniel abordó un taxi que lo llevó hasta la cabecera
municipal. Pocos minutos después arribamos a la misma cuando la tarde era esplendorosa y contrastaba totalmente con lo
gris y lluviosa que horas antes había estado cuando bajábamos por la sierra.
Parte del balneario Yegualasco a orilla
del río
Estábamos en Yecuatla. Cansados, mojados, adoloridos de nuestros pies y
rodillas, pero satisfechos. Nuestra fuerza de voluntad y decisión fueron determinantes
para llegar al final de la jornada.
Habíamos alcanzado la meta.
Los senderistas en el parque de Yecuatla
Como nota adicional refiero que el pasado 29 de
junio de 2013 la repetimos cuatro compañeros:
Daniel, Arturo, Rafael y este servidor. A dos
años de distancia, el desgaste físico fue mayor. El tiempo no perdona y la
naturaleza menos.
Agradecemos
sus comentarios o sugerencias a la siguiente dirección:
Senderismocamarada97@hotmail.com
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