Desde su integración, este grupo nunca imaginó llegar al nivel que tiene. Todo un cúmulo de éxitos que cambió la mentalidad del mismo en cuanto al conocimiento e interés por la naturaleza, contrastante con el de nuestra vida cotidiana, al recorrer, conocer, observar y disfrutar la impresionante sierra con sus barrancos, cascadas, mesetas y desfiladeros, así como apreciar el canto de las aves, disfrutar de la sombra de centenarios árboles y soportar también el calor sofocante de los caminos durante el estiaje.
El grupo de referencia tiene como base a la ciudad de Naolinco que, en tiempos del siglo XIX o quizá antes, fue paso obligado en la comunicación de otros centros como Misantla, Yecuatla, Miahuatlán, Landero y Coss, Acatlán, Tepetlán, etc., con la capital Xalapa, a través de una red de “caminos de herradura” por la que transitaron en épocas pasadas grupos de arrieros y sus recuas de bestias, llevando los productos comerciales de la región (café, frutas, madera, maíz, frijol, etc.) hacia dicha ciudad. Por esos senderos hemos caminado en repetidas ocasiones no sin dejar de descubrir algo nuevo en aquel hermoso paisaje serrano.
Dos vistas panorámicas del Cerro del Borrego
A continuación destaco algunos de los lugares que hemos recorrido, que nos impactaron en su momento y que despertaron aún más el interés por caminar:
1.- Cerro del Borrego: Lugar emblemático para nuestras caminatas, en virtud del accidente aéreo ocurrido el 16 de diciembre de 1949, en que un avión Douglas DC-3 de la Compañía Mexicana de Aviación se estrelló en ése lugar cercano a la cabecera municipal de Chiconquiaco. A raíz de ello surgió el interés en el grupo por conocer el escenario donde se produjo dicha tragedia y que permitió que lugareños y gente procedente de otras partes tomaran grandes cantidades de dinero, lo que les facilitó cambiar su estilo de vida y mejorar la actividad económica de la región. Dicho lugar lo hemos visitado en varias ocasiones y encontrado vestigios pequeños del fuselaje así como uno de los motores de la aeronave en cuestión.
Los senderistas en la impresionante Sierra de Chiconquiaco
2.- Camino de Chiconquiaco a Misantla: Transitarlo obliga a pasar por una parte conocida como “El espinazo del diablo”, vereda muy estrecha y delimitada por profundas barrancas lo que hizo peligroso el paso de los animales con su pesado cargamento en épocas pretéritas. Se entra por la congregación La Guacamaya para empezar a bajar hasta la comunidad Progreso de Juárez cuya iglesia inconclusa es reflejo del auge de la producción cafetalera a finales de los años cincuenta del siglo pasado. Se baja una cuesta muy prolongada y sumamente sinuosa. Sin embargo, es un deleite caminar por allí, iniciando con el clima frío de Chiconquiaco hasta llegar a las tierras bajas y cálidas de Yecuatla. En el trayecto abundan los nacimientos y escurrideros de aguas cristalinas que ayudan a mitigar la sed de quienes por ahí caminan.
Vegetación y un aspecto del empedrado de la cuesta del Pesmón
3.- Cuesta del Pesmón: Es un camino que conduce desde la localidad de Paredes hasta Misantla. Recorrerlo tomaba dos días a los arrieros y a las recuas cargadas con productos comerciales desde el siglo XIX y parte del XX. Hoy es un camino abandonado, es raro encontrar gente y sólo algún pastor de cabras de vez en cuando se deja ver. Recorrerla es adentrarse en una exuberante vegetación, única en su género por el tipo de árboles que la conforman, entre ellos una variedad de helechos gigantes, dignos de un Parque Jurásico. En pocos lugares hemos encontrado una vegetación tan hermosa como en esta cuesta que aún conserva vestigios del empedrado originar y la disposición poco común de las piedras y lajas. Se especula que, en algún sitio de esa cuesta, tuvo su escondite don Guadalupe Victoria en tiempos de la guerra de independencia.
La Unión: lo que queda de este antiguo rancho cafetalero
4.- Los emporios cafetaleros: Se comenta que a mediados del siglo XX o quizá un poco antes, la producción de café por esta región se catalogaba similar a la lograda en zonas pequeñas de Colombia o Brasil. Resultado de ello fue la construcción de grandes instalaciones conocidas como “beneficios” que procesaban toneladas y toneladas del aromático con el consabido trabajo de cientos de cortadores de la zona o provenientes del estado de Puebla (arribeños). Hoy, como resultado de la crisis que desde hace tiempo padece el campo en México, de aquellos emporios sólo quedan las ruinas, casas abandonadas, maquinaria oxidada, fincas llenas de maleza y el recuerdo de aquel auge en el colectivo social. La Unión, La Trinidad, Naranjos, Los Aburto, La Victoria, La Flor, etc., son solo nombres de lo que en el pasado fueron centros de intensa actividad laboral generadora de riqueza. Melodías como “Me voy pa’l pueblo” y “Mi Cafetal” entre otras, eran reflejo en aquellos tiempos de las jornadas laborales que se prolongaban por muchas horas y de la bonanza económica que se derivaba de ello. Arturo Morales Palacios (miembro del equipo) y el que esto escribe, fuimos testigos de la actividad cafetalera desplegada en aquellos tiempos.
Así seguiremos los entusiastas senderistas –con amistad, unidad y compañerismo- caminando y recorriendo estos lugares y conociendo otros, en una práctica permanente por ejercitarnos físicamente, intercambiar puntos de vista y aprender con sumo interés lo que el pasado y la historia de dichos sitios nos regalan.
El equipo de senderistas en la foto del recuerdo
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